LA HUERTA Y EL MUSEO.

 En el Sculpture Project de Münster de 1997 una pequeña pero exhuberante huerta de hortalizas atraía la atención y relajaba la vista de sencillos paseantes y expertos en arte moderno. Era la obra escultórica de P. Fischli & D. Weiss que nos ofrecía, como radical novedad, una asombrosa variedad de colores y atractivas formas comestibles presentadas artísticamente en su estado natural, casi nunca visto, previo a su empaquetado y exhibición en el supermercado. Aquí, en Valencia, tenemos todavía -nos dicen que por poco tiempo- una hermosa huerta que no quiere convertirse en una pieza museo (del etnológico o del IVAM, según se mire) porque ya alberga el mejor arte posible, un paisaje cultural en el que miles de artesanos han ido dejando su impronta a lo largo de los años. Resulta lamentable -y lo lamentaremos- la facilidad con la que algunos acaban con las cosas de verdad para ofrecernos luego insatisfactorios simulacros, pobres sombras efectistas de las cosas que fueron. Destruyen paisajes reales, insustituibles, para construir luego parques temáticos y escenografías virtuales con alcachofas y coles en 3D, que nunca podrán emular el olor de la tierra mojada o la brisa de las últimas horas de la tarde. Cabe recordar que la cultura no es sólo lo que los museos albergan, y el deseo de acercar la cultura al pueblo no puede limitarse a sacar a la calle sus esculturas, pasa también por saber reconocer el valor de zonas como la huerta de La Punta, una obra de arte que con los siglos se ha ido gestando entre la tierra y los que la habitan y la trabajan, y que aunque no venga avalada por grandes firmas, es admirada por grandes y sencillos, por ciudadanos de toda condición, salvo por especuladores, desarrollistas y políticos interesados. Un símbolo de nuestra ciudad que tienen el privilegio de permanecer físicamente como algo vivo, que respira y va cambiando con las estaciones, un símbolo vivo entre tantos símbolos muertos. Si los planes de implantar la ZAL siguen adelante, dentro de poco los acuarelistas que recorrían los lindes de las acequias y los sinuosos caminos rurales de La Punta y que antaño lo hacían por la hermosa huerta que ahora ocupa el centro comercial El Saler y sus huestes de impersonales rascacielos, tendrán que recurrir a la postal o al calendario como motivo, porque dudo que su público se contente con un nuevo paisaje de contenedores y camiones. El próximo día 9 de junio se inaugura en el Centro Excursionista de Valencia una exposición de fotografías de la huerta bajo los auspicios de la coordinadora cívica que la defiende. No queremos que esas fotografías sean su último homenaje, sino constatación de una belleza que quiere seguir siendo paisaje cotidano, que se resiste a entrar en el museo.

 

  Jose Albelda

Profesor Facultad de Bellas Artes.