La globalización: ¿interacción o impacto? Vicent Castellar ¿A qué llamamos globalización? El término globalización se ha popularizado enormemente durante los últimos años pero estamos mucho más preocupados en discutir sus consecuencias que en describir aquello a lo que nos referimos. Tal vez pensamos que la definición de la palabra globalización es trivial y creemos que todos sabemos de qué hablamos cuando la citamos. Sin embargo, esto no es así y los razonamientos que se desarrollan alrededor de este concepto frecuentemente son diametralmente opuestos. Algo global, es algo general, total, completo, entero, integro,... y la globalización es el proceso con el que se llega a esta situación. Pero... ¿qué se está globalizando? Queremos decir que las acciones o relaciones humanas tienen un alcance global, es decir, que las decisiones tomadas en algún lugar pueden tener consecuencias en cualquier otro punto de la Tierra pero esto no es nuevo. Reparemos en algunos hechos, nada tempranos en la historia, desatados en el mundo occidental, el que pretende haber descubierto ahora la globalización:
El desarrollo social. Si la globalización es una situación particular de las interacciones sociales en la Tierra, intentemos primero describir estos elementos que interaccionan. La humanidad puebla el planeta formando una red de estructuras y jerarquías: aldeas, pueblos, ciudades, países... y las relaciones con mayor alcance se denominan internacionales. Convengamos pues, que la unidad fundamental es el estado, el país o la nación. Una nación es una estructura difusa formada por individuos que también se relacionan y establecen una red de jerarquías muy complejas (familiares, laborales, relacionadas con el estatus social,...) en la cual, los individuos situados cerca de las cúspides adquieren una fuerza y una influencia evidentemente superior a los individuos ubicados en la base o cercanos a la base. En las culturas primitivas esta diferencia es pequeña pero según aumenta el desarrollo, la pujanza de la clase dirigente aumenta mucho más aprisa que la del pueblo llano. Después de una prolongada fase de la historia en la que se acentúa esta tendencia, actualmente, en unos pocos países en los que se da la llamada Sociedad de Bienestar, este desequilibrio tiende a disminuir. La Sociedad del Bienestar, ha aparecido después del desarrollo económico y el aumento exponencial de la capacidad de producción frutos de la Revolución Industrial y también después de la lucha de clases mantenida entre el proletariado o productores físicos cuya fuerza era el trabajo manual, y la clase dirigente, patronos, dueños o productores conceptuales cuya fuerza era el capital y con una capacidad de consumo mucho mayor. Esta situación de dicotomía pura en cada nación se ha demostrado insostenible y en los países occidentales ha evolucionado a una nueva situación en la que ambas partes han resultado beneficiadas. La tecnología ha permitido que la capacidad de consumo de los empleados que realizan unas tareas a cambio de un sueldo (el proletariado) haya aumentado mucho, con lo cual también ha aumentado su nivel de vida. Por otra parte, la clase dirigente también ha salido beneficiada con el aumento de la capacidad adquisitiva del pueblo que gasta su dinero en productos y servicios que aumentan la riqueza y el poder de empresarios y políticos. Otro fenómeno se ha dado en la Sociedad de Bienestar, las diferencias sociales entre clases se reducen en algunos aspectos y es posible el "ascenso" social. En particular, durante periodos de rápido desarrollo económico este ascenso social es incluso fácil. Pero... ¿de dónde ha salido esta riqueza que disfrutamos todos? La respuesta es sencilla: de los países que no disfrutan de estas ventajas. Que no han accedido a la Sociedad de Bienestar: conflictos bélicos centrados en las diferencias étnicas, expansión de epidemias como el SIDA, agudización del hambre y la miseria caracterizan al Tercer Mundo ¿Podrán alcanzar éstos el nivel de vida de los países occidentales? La transmisión de la información. La posibilidad real, y no sólo potencial, de establecer una comunicación fluida entre zonas muy distantes tampoco es nueva. Consideremos algunos hitos en la historia de las comunicaciones internacionales:
La posibilidad de comunicación fluida y económicamente accesible para las clases populares está muy cercana en el tiempo a la aparición de Internet que, y este detalle es muy importante, utiliza mayoritariamente las líneas telefónicas que existen desde mucho antes. Pero el desarrollo de Internet tampoco es tan reciente:
El aumento del nivel de vida ha tenido como consecuencia la demanda de productos y servicios por parte de los individuos (no de la comunidad que no pide nada) que habitan en los países más prósperos. El impacto tecnológico. Así pues, la globalización, es decir, la disolución de la entidad nacional de empresas y clases, de mercados y sociedades superada por la apertura a procesos y poderes de ámbito mundial no es nada nueva. La novedad reside sólo en dos puntos:
Respecto al primer punto, tengamos en cuenta la satisfacción de nuestro deseo de consumo mediante importaciones, la capacidad de represión de los comportamientos no convenientes a países occidentales (comparemos las recientes guerras del Golfo o de Yugoslavia con las anteriores guerras de Corea o Vietnam; todas lideradas por el estado enclavado en la cúpula del capitalismo y apoyadas más países desarrollados). La desigual capacidad de comunicación en países ricos y pobres con la que se puede transformar la opinión y los deseos de un pueblo (¿o qué son la publicidad y las campañas políticas?). Además, aunque la tecnología está al alcance de todos (en occidente), no lo está en la misma medida y los individuos que constituyen la clase gobernante salen beneficiados Otra novedad, es el desarrollo de las tecnologías, en particular la computación, que permite controlar los procesos económicos de forma rápida y precisa. Desde el exhaustivo proceso informático de las bolsas a la producción industrial en las cadenas de montaje: La primera cadena de montaje fue puesta en marcha por Henry Ford en 1913; tradicionalmente, ésta necesitaba una batería de operarios que la atendiera porque aunque la fuerza de los obreros podía ser sustituida fácilmente, o al menos asistida, por máquinas, no era posible que éstas tomaran decisiones ni que tuvieran la precisión necesaria para la mayoría de las tareas. Sin embargo, la situación actual es muy diferente porque potentes ordenadores efectúan los cálculos con los que se gobiernan los robots de automatización que son capaces de percibir la situación de la cadena de montaje, de tomar decisiones y son muy precisos. Si bien la ferocidad ha disminuido en la sociedad occidental, la fuerza y la capacidad de impacto han aumentado. Respecto al segundo punto, advirtamos cómo las clases populares de los países ricos contribuyen con su dinero (más que con su fuerza de trabajo) en el desarrollo de proyectos de investigación en computación, armamento, comunicación... Estas investigaciones necesitan un aporte económico enorme y como consecuencia, sólo pueden existir apoyadas por sociedades con una amplia clase media que ha adquirido un alto poder de adquisitivo y un profundo hábito de consumo. ¿Sociedad del Bienestar o de Consumo? La caduca estructura capitalista caracterizada por la existencia en cada nación de clases separadas (la burguesía y el proletariado) se ha trasladado al nivel mundial y ahora podemos hablar de países burgueses u occidentales y países proletarios, endeudados o Tercer Mundo. Pero, no son los países impersonales quienes mantienen estas relaciones sino sus dirigentes políticos, los lideres de la información y los empresarios amparados por las ansias de consumo de los habitantes de los países ricos y la penuria de las gentes de los países pobres. Consecuencias. En un mundo cuyos recursos son finitos, el consumo no puede crecer indefinidamente y la maniobra que ha seguido Occidente a costa del Tercer Mundo no puede trasladarse a éste para que abandone su miseria. Es posible que nuestros dirigentes procedan de esta forma puesto que así se conseguirá que los países que actualmente están en vías de desarrollo (es decir, en vías de conseguir que sus habitantes adquieran la posibilidad y el hábito de consumir o, en otras palabras, de que la clase media aumente y prospere) reporten más beneficios a la elite de industriales, comerciantes y estadistas. Sin embargo, esta situación no puede extenderse a todo el planeta y necesariamente se llegara a la estabilidad o al colapso. En cualquiera de estos casos, serán los países más pobres los que sufrirán loas consecuencias más graves: la represión social, la penuria económica y el deterioro ecológico del entorno. A modo de inciso, recordemos la conocida cuestión del DDT citada más arriba y, a partir de ella, reconozcamos la facilidad con la que un problema ecológico local puede convertirse en global. Frente a este panorama existe una alternativa basada en el desarrollo racional del consumo sustituyendo la cantidad de recursos consumidos y despilfarrados por la calidad de servicios. Potenciando la inversión en energías renovables y disfrutando más valores como la dignidad humana, la biodiversidad, el respeto a las diferencias culturales... que la ostentación, el despilfarro y la dominación. Sin embargo, la tentación de aumentar, o de creer que se aumenta, la riqueza y el estatus social es muy fuerte para todos. También en la élite económica y política de los países cultos y desarrollados. Sólo si los miembros que formamos la prospera clase media occidental tomamos conciencia de la crueldad de esta situación, la juzgamos injusta, la deseamos erradicar y, sobretodo, estamos dispuestos a asumir el coste necesario exigiremos a nuestros representantes y líderes que la globalización signifique interacción, relación y reciprocidad y no impacto, usurpación y destrucción |